sábado, 2 de agosto de 2025

2 de agosto de 2025

2 de agosto de 2025

Legado: La travesía de Jorge Gustavo Carreón "Tío Chavos" – HALL OF FAME

Legado: La travesía de Jorge Gustavo Carreón "Tío Chavos" – HALL OF FAME

Fotografía: Noubase Studio

Fotografía: Noubase Studio

Una leyenda del Flag Saltillense

En este artículo documentamos el histórico proceso de Jorge Gustavo Carreón, cariñosamente conocido como "Tío Chavos", en su inducción al Salón de la Fama de Flagx League Saltillo, Class of 2025. Un reconocimiento que celebra décadas de pasión, dedicación y amor por el deporte que ayudó a construir en nuestra ciudad.

Este nombramiento no solo honra su trayectoria personal, sino que simboliza el legado de todos aquellos pioneros que transformaron un simple juego callejero en el fenómeno deportivo que conocemos hoy. La historia del "Tío Chavos" es, en muchos sentidos, la historia misma del tochito en Saltillo.


El Tochito en Saltillo: Cuando un Balón Cambió la Historia

Había una época en la que las calles eran la mejor cancha del mundo. No había uniformes, no había reglas, no había árbitros… pero había pasión. Entre 1953 y 1955, en la calle Bravo de Saltillo, un grupo de niños – en aquellos años – descubrió un balón que cambiaría sus vidas para siempre. Y, sin saberlo, estaban escribiendo el prólogo de una historia que hoy conecta directamente con el flag football, un deporte relativamente “nuevo” y que hoy está listo para entrar a la escena olímpica.



Todo comenzó con el ingeniero llamado Conrado Rocca. Él jugaba futbol americano en el Tecnológico de Saltillo y tenía la costumbre de llevar a sus amigos a los partidos en el mítico Estadio Saltillo, justo enfrente de la Alameda. Un día, apareció con un balón de futbol americano bajo el brazo. Para esos chiquillos de 7, 8 o 9 años, aquello no era un simple objeto: era un portal a un mundo nuevo.



“Así se agarra, así se lanza…”, les decía. No había manual, no había sistema, solo la emoción de descubrir. Lo que en ese momento era un simple juego de empujones y golpes inspirados en el futbol americano, se transformó poco a poco en lo que todos conoceríamos como tochito.


El nacimiento de los equipos de barrio

Pronto el balón empezó a rodar de calle en calle. Si en Bravo había juego, allá iban. Cada barrio defendía su orgullo y cada niño, sin importar si traía los tenis rotos o la ropa parchada, tenía un lugar en la cancha.

La magia del tochito era esa: no importaba el uniforme, importaba el corazón.



Con el tiempo, las retas se mudaron a un espacio que se convirtió en leyenda: El Polvorón. Para quienes crecieron allí, ese lugar no era solo tierra y polvo: era un santuario. “El Polvorón es como una fuente de vida, un pedazo de felicidad”, cuenta el Tío Chavos. Ahí se aprendía a competir, sí, pero sobre todo a divertirse.

Ver a los jugadores correr, lanzarse, pelear cada yarda con ganas, era comprobar que este deporte se trataba de mucho más que ganar: se trataba de sentirse vivo.


El juego llegó sin instructivo

El tochito de aquellos años no tenía manual. Y si algo no tiene reglas, inevitablemente la pasión se desborda. Los partidos eran intensos, agresivos, con bloqueos permitidos y ánimos intensos. Los pleitos campales eran parte del paisaje, en algunas ocasiones.


Era la esencia pura de un deporte que todavía estaba naciendo, con la rudeza del futbol americano pero con la libertad de la calle. Fue hasta que llegó Victor Manuel Pérez Ocampo “Heisman” y se instaló con su liga en “La Maquinita”, ahí fue cuando en Saltillo la cosa empezó a tomar forma: aparecieron uniformes, tachones y un sentido de disciplina que poco a poco transformó el juego en una experiencia más organizada.

De la calle a la familia

El cambio fue más grande de lo que parecía. Lo que había comenzado como un pasatiempo entre amigos, pronto se convirtió en un deporte familiar. Papás, mamás, hermanos y primos empezaron a unirse. Algunos jugaban, otros apoyaban desde la banca, pero todos querían ser parte.

Un ejemplo fue el equipo que armó Hugo Carreón, acompañado por su hermana Martha. Lo bautizaron “Legado”, un nombre simbólico porque representaba en su logo con una estrella por cada uno de los hermanos Carreón que encendieron esa chispa que con los años se transformó en un legado deportivo para toda la ciudad.

Lo que hizo único al tochito es que siempre fue un deporte que incluía, no que separaba. Esa esencia sigue viva hoy en el flag football moderno: hombres, mujeres y niños pueden compartir la cancha y competir en igualdad de condiciones.

La lección que trasciende generaciones

Hoy, Jorge Gustavo Carreón “Tío Chavos” lleva más de 60 años viviendo este deporte, y está totalmente convencido que el tochito es más que un juego: es un lazo que mantiene unida a la familia. Y también es una escuela de vida.

“A veces vamos a ganar y a veces vamos a perder, pero si uno juega de verdad, con disciplina y en equipo, siempre va a estar bien. No se trata de jugadas o sistemas espectaculares, sino de jugar con el corazón.”

Un legado que llega hasta hoy

Hoy, el flag football ya no es ese juego sin nombre en la calle. Es un deporte olímpico que representa a México en el mundo y que tiene en ligas como Flagx League un futuro brillante.

Pero todo comenzó con un balón desconocido en la calle Bravo, con niños corriendo entre las antiguas calles de Saltillo, con equipos de barrio improvisados y con un campo de polvo que se volvió un templo.

La historia del tochito en Saltillo es la prueba de que el deporte no nace en oficinas ni federaciones: nace en la calle, en la pasión y en la unión de quienes lo juegan.

Y mientras haya alguien dispuesto a lanzar un pase y otro a atraparlo, esa chispa seguirá viva, como desde hace más de 60 años.

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